Cuándo es mejor un puente y cuándo un implante.

 

La pérdida de una pieza dental se puede restituir mediante un puente o un implante. El puente es la solución más económica y más rápida. El implante es lo más parecido a un diente natural. Ambas tienen sus ventajas y sus inconvenientes. Un buen odontólogo o una buena odontóloga buscarán siempre la opción que mejor se adapte a las circunstancias del paciente.

Cuando se extrae o se pierde un diente o muela, lo más recomendable es reemplazar el hueco dejado para evitar tener problemas de masticación e impedir que, los dientes que están alrededor, se muevan hacia el espacio que quedó vacío. Es, por tanto, una decisión de salud bucodental y no de simple estética.

Soluciones hay básicamente dos: poner un puente o colocar un implante. Ambas tienen sus pros y sus contras. El/la dentista debe estudiar bien cada caso y explicarle al paciente cuál de las dos soluciones va a ser mejor para su salud, dejando siempre abierta la libre elección de cada persona.

Cuando se elige un puente

El puente es la solución más rápida y económica. Los hay fijos o removibles, es decir, de quita y pon.

Los extraíbles se emplean normalmente para cubrir la pérdida de una o dos piezas, ya sean dientes o una muelas. El puente que sustituye a la pieza perdida va anclada, mediante unas sujeciones, al diente o muela anterior y posterior. Éstos se puede quitar para dormir y para descansar en casa.

Pero el puente puede ser fijo. En ese caso, se tallan las piezas dentales que harán las veces de » pilares del puente» para que les quepan las fundas. Posteriormente se cementan y, entre esos dos pilares, van la pieza o piezas que cubrirán el hueco dejado por la pérdida.

Los inconvenientes serían que, a veces, cuesta que se acoplen adecuadamente, con lo que generan inseguridad a la hora de masticar. La solución es bien fácil: hay que ir a la consulta odontológica para que los vaya puliendo hasta que se logra adaptarlos completamente.

Otro inconveniente es que son difíciles de limpiar, sobre todo por la parte qué limita con la encía y requieren de la utilización del superfloss (una especie de seda dental que tiene una parte con espuma y se puede pasar por debajo de las piezas del puente para limpiarlos por dentro), de cepillos interproximales y de una higiene rigurosa.

Cuando la elección es un implante

El implante es la solución más perfecta puesto que es lo más parecido a un diente natural. El implante funciona como una raíz que se injerta en el hueso y, a ella, se ancla una corona que queda perfectamente integrada en la encía. Su aspecto es exactamente igual al resto de la dentadura natural.

Para ello el paciente ha de tener hueso suficiente. De ahí, que siempre se encargue una ortopantomografía y un TAC de la boca para determinar si la cantidad de superficie ósea es suficiente como para poder realizar el implante con ciertas garantías de éxito.

Si no hay hueso, lo mejor es no realizar el implante ya que lo más lógico es que no se ancle el implante, para hacerse una idea: es como intentar plantar una raíz dónde no hay tierra…es imposible que esa planta prenda.

Más lento, más complejo

El proceso de colocar un implante es mucho más complejo y laborioso que el del puente. Exige diversas visitas al odontólogo/a para realizar la técnica implantológica con el máximo rigor. Así como, posteriormente, para controlar su evolución.

Este protocolo se alarga más en el tiempo puesto que hay que esperar unos meses a ver la evolución del implante dentro del hueso, lo que se llama la “osteointegración” hasta poner la corona definitiva. Esto puede durar meses.

También es más caro puesto que los materiales que se utilizan para el implante-normalmente titanio- son de una alta calidad para que se integren biológicamente con el hueso.

Complicaciones

Tanto en el caso del puente como en el del implante pueden surgir complicaciones. En el puente, por ejemplo, se pueden inflamar las encías por exceso de sarro o pueden fallar las piezas que hacen de pilar de puente (se pueden romper o empezar a tener movilidad) con lo que habría que reemplazar dicho puente y buscarle nuevos puntos de apoyo.

En el caso del implante, la complicación es mayor. Puede ir desde una periimplantitis (inflamación de los tejidos blandos alrededor del implante) hasta llegar al rechazo (movilidad o caída del implante). Existe el riesgo de, además, haber perdido hueso durante el proceso, con lo cual no cabría posibilidad de poner ningún otro implante.

Es por ello que en las clínicas se haga un especial seguimiento de los pacientes con implantes y se insista mucho en la necesidad de extremar la higiene con ellos.

La honestidad del odontólogo/a

Como hemos visto, la elección entre un puente o un implante dependerá, en gran medida, de la honestidad del propio dentista; éste debe estudiar bien al paciente, determinar si tiene o no hueso suficiente para un implante. Valorar si, por sus circunstancias personales (estado de salud, disponibilidad económica) le sería mejor una opción u otra y recomendarle la que a largo plazo le vaya a ofrecer mejor resultados.

Habrá ocasiones en que la mejor decisión será un implante, por comodidad, durabilidad y seguridad. Y, en otras, lo recomendable será un puente por rapidez, economía y facilidad para ese paciente.

En todo este proceso es muy importante acudir a un profesional honesto y responsable que mire, ante todo, el bien de su paciente y que nos oriente con el mayor respeto y afecto posibles. O eso pensamos en la Clínica Dental Bonet de Valencia.