EL PUENTE: LA SOLUCIÓN MÁS SENCILLA

   Cuando se pierde una pieza o más de una, la manera más rápida, sencilla y económica de llenar ese hueco es realizar un puente.

    Para ello, hay que tallar las piezas colindantes donde irá anclado el puente. El tallado es una intervención delicada en la que el/la dentista intenta eliminar la menor cantidad posible de esmalte para que  estos pilares no mantengan su consistencia y puedan durar el mayor tiempo posible.

Piezas más sensible

     Por lo general, las piezas talladas quedan más estrechas para que se pueda encajar en ellas la pieza final y pueden presentar un poco de sensibilidad dental momentánea hasta que son protegidas cuando se cementa el puente.

    La pieza que hace de pilar se talla de manera circular para que quede con una cierta forma cónica, que funciona a modo de columnas para luego poder cementar en esos pilares la pieza completa.

    Cuando las piezas que harán de pilares han quedado con la forma adecuada se toma un molde que se enviará al laboratorio para que realicen el puente.

    Una prueba complementaria es la “toma de la mordida”, que es cuando se toma una muestra de la forma de morder del/la paciente para que las piezas del puente encajen perfectamente con las contrarias y pueda comer exactamente como lo hacía antes de perder sus piezas naturales.

Puentes fuertes y estéticos

     Los puentes tienen que ser resistentes y tener el aspecto y el brillo lo más parecido a un diente natural. Por eso son de metal por dentro, pero recubiertos de porcelana para que prime el color blanco en su aspecto externo.

    El laboratorio puede tardar entre 7-10 días en confeccionar el puente, según el número de piezas.

    Hay que tener en cuenta que las fuerzas masticatorias que antes se repartían entre varias piezas, ahora se van a concentrar en los pilares que hay debajo del puente y que por tanto van a recibir una sobre carga.

     Normalmente, se puede comer de todo con un puente, pero siempre conviene tener cierta precaución y no desgarrar, ni estirar nada con el mismo para no presionar a las piezas sanas que hay debajo.

Para no perder el puente: higiene

    Lo más importante para mantenerlo el mayor número de años posibles cualquier puente es la higiene. Es vital mantener los puentes lo más limpios posible, sobre todo la unión entre el puente y la encía. Esa franja hay que cepillarla, mejor incluso que antes, ya que si se cuelan restos de alimentos o se forman caries en los pilares que sostienen el puente, se puede segar el puente entero. Es decir, se rompe parte de las piezas que hacen de pilares y se queda sólo la raíz. Con lo que el puente queda inservible.

     En estos casos, hay que realizar una intervención quirúrgica para extraer las raíces que se han quedado insertadas en el hueso y la pérdida es catastrófica ya que a la ausencia que originó el puente, se suman la pérdida de las piezas adyacentes, con lo que estaríamos hablando de un hueco en boca de, como mínimo, 3 piezas.

La duración, depende del cuidado

  La duración, por tanto, depende mucho del uso y la higiene del/a paciente. Cuanto más largo sea el puente, es decir, cuantas más ausencias haya que rellenarse con él, más presión sufrirán los dientes o muelas que hacen de pilar y más cuidado hay que llevar.

     La mayor ventaja de esta opción rehabilitadora es que siempre resultará más barata que un implante. Sin embargo, con un implante se sustituye la ausencia dental, sin tocar las piezas vecinas que están sanas y con el puente, se comprometen piezas sanas.

    El puente se recomienda en los casos en que se valore un tratamiento más económico o que no se quiera pasar por un proceso quirúrgico. En la Clínica Dental Bonet estudiaremos caso por caso para, según las circunstancias, aconsejar la mejor solución para cada persona en particular.